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martes, 12 de julio de 2011

Family plot

Eso de morirse en muy complicado, sobre todo para los que se quedan. El pasado 7 de Julio (San Fermín) se cumplieron 24 años de la muerte de mi madre. Ya dije que había muerto muy joven. Mi padre fue con una de mis hermanas al cementerio a llevar flores, y le informaron de que el alquiler ha caducado ya y no es posible renovarlo. Así que nos quedan dos opciones: o nos desentendemos, con lo que se llevan los restos a un osario común, o la incineramos. Obviamente la primera opción está descartada. Pero la cosa no se queda ahí. Esto es como cuando vas a comer al Hollywood y te preguntan con qué quieres la hamburguesa y si te pides la patata asada a continuación te preguntan con que salsa, y así sucesivamente.

A lo que íbamos, que me disperso. La cremación tiene a su vez tres opciones: meter las cenizas en una urna así como muy barroca para poder poner a tu familiar en la repisa de la chimenea, usar una urna de sal para poder tirarla al mar o enterrarla sin impacto ambiental, y por último de nuevo desentendernos de las cenizas y que vayan a un osario común. Que la han cogido llorona con el osario, ni que les pagaran por ocupación.

La primera opción no es viable, porque ninguno tenemos chimenea, y además la peregrinación de familiares para honrar las cenizas puede ser muy pesada. O imagina qué disgusto si se te caen al suelo y las aspiras sin querer. Dado que somos una familia responsable y medioambientalmente concienciada, a falta de realizar una votación vinculante parece que la urna de sal va a ser la opción escogida.

¿Creéis que aquí acaba la cosa? Pues no, ahora hay que ver donde llevamos la urna. Tomando unas cervezas con mi hermana se nos ocurrieron un par de opciones que creemos que serían del agrado de mi madre, que era una madrileña castiza orgullosa de serlo. Mi hermana propuso tirar la urna a la Cibeles, pero claro, a ver como llegamos todos hasta allí atravesando el tráfico. Solución: vamos todos en el coche, bajamos la ventanilla y tiramos la urna en marcha. Y para celebrar su nueva ubicación, nos vamos a comer callos con garbanzos. No parece una mala idea, pero corremos el riesgo de que nos detenga la policía.

A mi se me ocurrió que podíamos enterrarla en el Retiro. Pero claro, para eso también habría que pedir permiso. Así que lo que podemos hacer es vestirnos de comandos (o de ninjas) e ir por la noche, cavar un agujero y marcharnos a comer callos con garbanzos. Si, los callos con garbanzos son el denominador común, en mi familia siempre hemos sido de buen comer.

Faltan las aportaciones del resto de mis hermanos y de mi padre, pero estoy mas que segura de que si hay un mas allá y mi madre nos ve haciendo cualquiera de las dos cosas con sus cenizas se reirá muy a gusto y estará encantada de quedarse en Madrid. Y de que nos comamos unos callos con garbanzos a su salud.

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