No matter how full sour life may seem, there's always room for a couple of cups of coffee with a friend



jueves, 16 de junio de 2011

Estoy a dieta

Me estaba poniendo ya como una nutria, así que decidí hace tres semanas ponerme a dieta.

Todo empezó con tranquilidad y concienciada, pero al ir pasando los días la cosa cambió. Lo primero de todo he de decir que si algo echo de menos son las cañitas y los vermutitos, cosa que no dice mucho de mi. O dice mucho de mi faceta alcohólica, que es otra manera de verlo.

Pero lo peor de un régimen es el aburrimiento. Como estás acostumbrado a cocinar con todo tipo de ingredientes o a comer fuera de casa no te fijas, pero cuando empiezas a mirar lo que comes de pronto te das cuenta de que no sales del filete a la plancha. Los primeros días lo vas aguantando, pero llega un momento en que te aburres de comer así y el fantasma de las tentaciones te acecha.

Yo supe que había tocado fondo el día que le fui a dar una galleta a mi perro y me olió tan bien a vainilla que me comí la mitad ante su mirada atónita. Tras semejante espectáculo entré en crisis, llorando por los rincones por una hamburguesa con su pan y todas sus cosas. Eso si, la galleta estaba buenísima, no se que le ponen a la comida de Groucho.

En vista de la situación, mi media naranja (que es un santo) decidió tomar cartas en el asunto. Buscó por internet recetas de cosas que sí podía comer y ese mismo día por la noche me preparó un pan para hamburguesas que se me saltaban las lágrimas. Me hice una hamburguesa tan grande que me la tuve que comer por pisos y cuando acabé con ella estuve haciendo la digestión un día y medio, como las boas. Pero ¡que satisfacción, por favor! Ni me acordé del ketchup siquiera.

Para evitar mayores conflictos familiares decidí buscar yo también recetas con alimentos que pudiera comer, y he de decir que ahora la cosa no tiene nada que ver. Si es que nos empeñamos en cocinar con elementos excesivamente calóricos cuando una quiche de verduritas y gambas está bien rica y no engorda tanto. Así que ahí estoy, perdiendo peso y comiendo rico.

Para los que se lo estén preguntando, Groucho ha dejado de mirarme con recelo cuando me acerco a sus galletas, mi media naranja vuelve a comprar natillas de chocolate sin miedo a que me levante a media noche a por ellas y yo pienso seguir probando todas las golosinas que le compren a mi perro, no sea que alguna esté mala y no haya que dársela ;)