Pues ya estoy de vuelta al trabajo después de (¡asómbrense conmigo, señoras y señores!) toooda una semana de vacaciones. Mi media naranja y yo hemos aprovechado para irnos fuera de Madrid, no fuera que los católicos exultantes que nos han visitado, sintiéndose crecidos y respaldados, decidieran realizar actos como bautizos en masa en las fuentes, cánticos enardecedores a altas horas de la mañana en honor a sus creencias o incluso cortar las vías principales de comunicación en la capital para sus procesiones… Espera, me parece que eso es exactamente lo que ha pasado en nuestra ausencia… en fin, tomamos la decisión correcta.
Conseguimos un viaje a Dublín a muy buen precio, la verdad, y nuestras expectativas se vieron cumplidas. El hotel estaba muy bien situado, el personal era muy agradable y ¡no hacía calor! Si no hubiera sido por el pub del hotel habríamos dormido como nunca. Bueno, mi media naranja fue el que se enteró del ruido, yo soy de familia numerosa y puedo dormir durante un bombardeo si me lo propongo.
Dublín me pareció una ciudad preciosa, fácilmente paseable, con muchas cosas para ver y al final, salvo una escapada a Howth, pasamos toda la semana en la capital. Anduvimos por sus calles durante horas, bebimos cerveza como si nos la fueran a prohibir, escuchamos música en los pubs y visitamos un montón de lugares de interés. Eso si, nosotros somos españoles, donde hay que pagar entrada no se entra. Solo fuimos a sitios gratis. Bueno, excepto por el museo de Guinnes que sí había que pagar. Así somos nosotros, nada de iglesias de pago, pero todo lo que tenga que ver con beber o comer se paga lo que haga falta. Vaaale, confieso que también pagué por entrar en la catedral de San Patricio. Debilidades que tiene una, no iba a ser perfecta.
No me voy a extender demasiado para no aburrir, pero lo que si puedo decir es que me enamoré perdidamente de Dublín ya el primer día, y que haber pasado ocho horas diarias paseando por sus calles no ha hecho mas que reforzar el sentimiento de estar en casa. Por si acaso volvemos pronto me he comprado una gramática de gaélico con sus CDs para aprender a pronunciar y todo, junto con un diccionario inglés-irlandés. De momento me conformo con aprender a pedir cerveza y con retomar la rutina madrileña sin echarme a llorar. Menos mal que siempre nos quedan los vermús de los viernes en el Matador y los álbumes de fotos para torturar a las amistades.
P.D.: Mi media naranja no pitó en el aeropuerto, está perdiendo sus superpoderes.
Sabía que os iba a gustar. Nosotros nos enamoramos perdidamente de la ciudad, excepto por ese momento de despiste en el que paseando, paseando nos metimos en un barrio donde había un coche incendiado en medio de un solar rodeado de niños con cara de mala leche... ahí pasé miedito... pero fue solo un momento
ResponderEliminarEste año se esperaban disturbios el jueves, porque daban las notas de selectividad y temían que los chavales se descontrolasen en imitación a Londres. Lo único que pasó fue que algunos de los muchachuelos no procesaron correctamente el alcohol y acabaron tirados por la calle borrachos como cubas. Vamos, lo normal.
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